
La sensibilidad dental también se conoce como hipersensibilidad dentinaria. En este artículo te explicaremos qué es y a qué se debe.
¿Qué es la sensibilidad dental?
El diente se considera un órgano dotado de una sensibilidad muy densa en términos de número de terminaciones nerviosas por unidad de superficie.
La sensibilidad dental es un síntoma que frecuentemente casi todos hemos padecido, consiste en la percepción desagradable de la dentera o una respuesta termoeléctrica exagerada producido ante un pequeño estímulo, se puede dar al masticar una fruta fría o el contacto con algo dulce como chocolate. A veces simplemente el roce con la comida ya es molesto, o el aire fresco aspirado por la zona afectada. Estamos hablando de un proceso benigno y leve que se debe diagnosticar para distinguirlo de la pulpitis o periodontitis que entraña más gravedad pero con síntomas parecidos.
Pero en realidad, ¿qué significa esta hipersensibilidad dentinaria?
La sensibilidad de un área del cuerpo humano no es más que una información que llega al cerebro. Existe en el diente un receptor y en el cerebro un área que capta la señal y la analiza.
Hay varias clases de señales. Por ejemplo unas detectan la cantidad de fuerza de la masticación y el cerebro analiza esa fuerza y si es excesiva, de una manera automática la relaja, antes de que se produzca un daño en el diente o en otra estructura.
Otra clase de señal importante es la que trasmite al cerebro cualquier fallo en la protección de los dientes. La corona de los dientes está protegida por el esmalte. Si éste esmalte se desgasta o se rompe, los receptores que están debajo informan inmediatamente de una exposición molesta, como “dentera” a través del nervio del diente y luego esta información pasa por el nervio trigémino y otros nervios hasta la corteza cerebral. Esta es una información inespecífica. Sólo llega la señal de que algo va mal, pero no explica ni dónde exactamente ni por qué.
Esto que parece un tormento biológico innecesario, en realidad es un mecanismo de defensa que te indica que no sigas comiendo por ese sitio molesto con objeto de darle una oportunidad a la naturaleza para la reparación.
En efecto, cuando se pierde el esmalte por la causa que sea, queda expuesta una superficie sensible que microscópicamente consiste en un sistema de microtúbulos y cada uno contiene una fibra nerviosa que se estimula por contacto directo, o bien por cambios térmicos, o también por estimulación química por ácidos o azúcares.
En otras ocasiones el diente esta íntegro, pero la encía se ha retraído: parece el diente más largo y asoma la raíz que no está protegida por el esmalte. Ahí también están los microtúbulos sensibles que envían información molesta al cerebro.
La naturaleza es capaz en muchas ocasiones de sellar esos túbulos y corregir espontáneamente la molestia. Este mecanismo necesita tiempo, reposo y con aportes de flúor (que deben contener todas las pastas dentífricas) facilitas el proceso.
Actualmente un dentista perspicaz puede identificar de dónde procede esta sensibilidad, hacer un diagnóstico correcto y tratarla. En ocasiones no es fácil ni el diagnóstico ni el tratamiento, pero el profesional tiene recursos para afrontar estos casos.